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6. ¿Es Consciente de la Disminución del Patrón de Pecado en su Vida?


​Los deseos santos tienen como consecuencia, un patrón decreciente de pecado en su vida. La Primera Epístola de Juan, Capítulo 3:4-10, dice lo siguiente:


"Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley. Ustedes saben que Cristo se manifestó a fin de quitar los pecados, y en El no hay pecado. Todo el que permanece en El, no peca. Todo el que peca, ni Lo ha visto ni Lo ha conocido. Hijos míos, que nadie los engañe. El que practica la justicia es justo, así como El es justo. El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha pecado desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó con este propósito: para destruir las obras del diablo. Ninguno que es nacido (engendrado) de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él. No puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo aquél que no practica la justicia, no es de Dios; tampoco aquél que no ama a su hermano".


Los patrones de pecado son característicos de las personas que no han sido regeneradas. No importa que una persona asegure que es cristiana; si continúa en una vida de pecado, se trata de una afirmación, pero no de una realidad. Cuando alguien se convierte en cristiano, el patrón de pecado de su vida se rompe, y un nuevo patrón entra en su vida. Esa persona comienza a tener deseos santos. ¿Significa esto que ya no hay pecado en su vida? No, porque su carne, que aún no está redimida, permanece todavía allí, pero cuanto más sigue esos deseos santos espirituales, menos pecará.


El pecado como patrón de vida es incompatible con la salvación. Experimentar la salvación es ser salvo de algo, y ese algo es el pecado. Si una persona continúa en el pecado después de haber sido salva de él, esto significa que la salvación es inefectiva. Por lo tanto, Juan expone la obra de Cristo para demostrar cuán efectiva es.


Juan comienza por destacar que hay personas que practican el pecado e infringen tambien la ley (v. 4). Entonces, Cristo "se manifestó para quitar nuestros pecados" (V. 5). Si alguien dice que la obra de Crito ha sido aplicada a su vida, y todavía continúa en el mismo patrón de pecado, está negando el propósito por el cual vino el Señor Jesucristo, que fue para quitar nuestros pecados. Continuar en el pecado no es consistente con la obra de Cristo en la cruz. Si una persona que es salva siguen pecando, es como si quisiera dar a entender que la muerte de Cristo -mientras que tiene eficacia en la eternidad- es inútil en el tiempo en que estamos sobre esta tierra. ¡Fuera con tal pensamiento! La muerte de Cristo no sólo sirve para quitar la pena por el pecado, sino también el patrón de pecado en la vida del creyente.


Juan continúa hablando sobre la obra de Cristo por medio de la unión del creyente con Él: "Todo aquel que permanece en Él, no continúa pecando" (v. 6.). Esto no significa que los verdaderos cristianos nunca pecan, porque el mismo Juan dice: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros" (1:8). Los dos versículos siguientes del capítulo 3 explican más el tema: "Hijitos, nadie os engañe; el que practica la justicia es justo, como Él es justo. El que practíca el pecado es del diablo" (vs. 7-8). La primera Epístola de Juan es consistente en advertirnos en contra del patrón de pecado en nuestra vida.


Ahora bien, permitan mis lectores que aclare algo al llegar a este punto. A menudo recibo cartas de cristianos angustiados que dudan de su salvación, porque no pueden romper un hábito de pecado. De lo que me hablan más frecuentemente es acerca de fumar, de la gula y la masturbación. Estas personas temen que si tienen que luchar durante tanto tiempo contra estas cosas, sea debido a que estén cerrados en un patrón de pecado que no pueden quebrantar. Sin embargo, Juan no está diciendo que la repetición de un pecado en particular, signifique que esa persona esté perdida. Antes bien, aclara su significado, diciendo que un verdadero creyente no puede practicar el continuo quebrantamiento de la Ley (1 Jn. 3:4). El término griego que se usa aquí (anomía) significa literalmente vivir como si no hubiera ley. Una persona que rechaza la autoridad de Dios, no tiene en cuenta ni le importa lo que Dios piensa sobre sus hábitos, y evidente no tiene nada de cristiano. Sin embargo, un cristiano tiene una manera drásticamente de relacionarse con Dios. Ya no es un esclavo del pecado, sino que se ha ofrecido a si mismo como siervo del Señor (Ro. 6:14, 17-18). Un verdadero cristiano aún puede pecar, y hasta es posible que lo haga frecuentemente, pero pecar frecuentemente no es lo mismo que practicar el pecado. En 1 Juan vemos que un verdadero creyente puede hacer lo primero, pero no lo segundo.


¿Por qué es así? Porque el verdadero creyente "permanece en Él" (1 Jn. 3:6). No sólo la muerte de Cristo quita nuestro pecado, sino que también Su vida en nosotros rompe el patrón del mismo. Ya no somos pecadores perpetuos en pensamiento, palabra y obra -como éramos antes de ser salvos-. Ahora tenemos la opción de hacer lo bueno. si contrariamente a lo bueno que deseamos hacer en nuestro interior, nos encontramos pecando, nos sucede algo similar a lo que le sucedía al Apóstol Pablo en Romanos 7; ¡y todos sabemos la calidad de creyente que era el Apóstol! Sin embargo, por la presencia de Cristo en nuestro ser, nuestra lucha disminuirá a medida que pasa el tiempo. Siempre seremos sensibles a pecar, pero gracias a la vida de Cristo en nosotros, el patrón de pecado disminuirá cada vez más. Cristo vive en unión con nosotros para proveernos un nuevo patrón -el patrón de justicia.


El patrón del pecado señala una unión con el diablo, pues él peca desde el principio. el hijo de Dios apareció para este propósito, para destruir las obras del diablo (v. 8). El diablo es un pecador absoluto. Cada persona que está asociada con el diablo no es sino un pecador absoluto. Cristo vino para destruir las obras del diablo, rescatando a las personas que son esclavas del pecado. Esto significa que aquellos que realmente han sido rescatados, no continuarán en el estado del cual han sido quitados. Un patrón habitual en la vida de uno, indica que dicho rescate nunca ha tenido lugar. Afirmar lo contrario es denigrar a Cristo, implicando que Su muerte no ha llevado a cabo lo que Él fue enviado a hacer -destruir las obras del diablo, y rescatar a los hombres del pecado.


Además, "Todo aquel que es nacido de Dios, no practíca el pecado porque la simiente de Dios permanece en Él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios. En esto se manifiestan los Hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no practíca justicia, no es de Dios, y tampoco el que no ama a su hermano" (v. 9-10). El creyente ha nacido de nuevo por medio del Espíritu Santo. La simiente que el Señor planta en él da origen a la nueva naturaleza, que es un nuevo principio de vida y una nueva disposición. Así como una semilla plantada en la tierra produce una clase de vida particular, la simiente de Dios en nosotros da como consecuencia una vida recta, en la cual se deshace el patrón de pecado. No se preocupen mis lectores: esta simiente no puede morir, pues la palabra de Dios nos dice que es imperecedera (1 P. 1:23). Habiendo nacido del Espíritu de Dios, el creyente no puede pecar continuamente.


Juan nos da cuatro puntos de vista para analizar el pecado en nuestra vida: la obra que Cristo llevó a cabo en nuestra persona, Su contínua vida en el creyente, Su destrucción de las obras del diablo, y la obra regeneradora del Espíritu. De cualquier lado que lo miremos, el patrón del pecado habitual está desecho. ¿Qué significa esto a nivel personal? Una evidencia de sus deseos santos, es una disminuición progresiva del patrón de pecado en su vida. Juan pone de manifiesto que la diferencia entre los hijos de Dios y los hijos del diablo, es bastante obvia (v. 10). Si usted practica la justicia, es de Dios. Si no lo hace, no pertenece a Dios. Así de claro y sencillo. Si ve la victoria sobre el pecado en su vida, si tiene motivos justos, deseos justos, palabras y hechos justos, es porque la vida del Hijo de Dios está en usted. tal vez aún no sea lo que debería ser, pero ciertamente tampoco es lo que solía ser antes. Puede entonces estar seguro de que tiene la vida eterna, asi que ¡disfrutela!


John F. MacArthur, Salvos Sin Lugar a Dudas, Capítulo 5, pp 82-86.

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