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7. ¿Ama Usted a Otros Cristianos?


​En 1 Juan 3:10, Juan menciona dos hechos obvios. Uno, como ya hemos visto, es que "todo aquel que no practica justicia, no es de Dios". El otro es que tampoco lo es "el que no ama a su hermano". Para ampliar este punto, vayamos nuevamente a una sección clave, que hemos dejado momentáneamente de lado en nuestro estudio progresivo de la Epístola de Juan: "El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz y en él no hay tropiezo" (2:9-10).


Si alguien dice que está en la luz -o ha visto la luz- está afirmando que es un cristiano. Si es así, nuestra vida ciertamente tendrá que mostrar algunos de los patrones de vida de Cristo. Amar a los hermanos es un patrón básico. Tener comunión con Cristo es experimentar y expresar el amor. Si usted afirma que es cristiano, pero ni siquiera le gustan los cristianos, su afirmación es falsa, y no está andando en la luz, sino en las tinieblas.


el amor hacia los demás hijos de Dios, surge al creyente en forma natural. Como escribió Pablo a los tesalonicenses, "Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros" (1 Ts. 4:9). En el versiculo 10, sigue animandoles a que abunden en ello más y más. Como creyentes, no hemos amado tan completamente como deberíamos, pero en alguna medida lo hemos hecho, y no necesitamos que se nos enseñe a amar. porque es instintivo, implícito, e inherente a nuestra nueva naturaleza. Como hemos aprendido en Romanos 5:5: "...y la esperanza no averguenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado".


El Señor Jesucristo fue aún más lejos, cuando dijo, "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos con los otros" (Jn. 13:35). Esta capacidad de amarnos fervientemente los unos a los otros de corazón (1 P. 1:22), es un hecho básico para nuestra vida cristiana. Este es un amor que va más allá de un mero sentimiento, pues comprende una responsabilidad frente a un deber, un servicio sacrificado y una preocupación y una sensibilidad por las necesidades de los demás. Esta prueba es sumamente importante: ¿Ama a los demás creyentes? Si afirma ser cristiano, pero no tiene amor en su corazón por aquellos que son sus hermanos, ni tiene deseos de ayudarles en sus necesidades, entonces el Apóstol Juan le dirige estas palabras: "Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en la muerte. Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en Él" (1 Jn. 3:14-15).


¿Le importan a usted los demás hermanos en la Fe, se preocupa por ellos, o se comporta de un modo indiferente? ¿Tiene deseos de averiguar cuáles son sus necesidades, y suplirlas? Aquellos que son indiferentes están muertos espiritualmente, y su desamor es continuo. En esta era presente, tan sofisticada, esta actitud no se manifiesta tanto en una hostilidad abierta, como en un comportamiento egoísta en todos los aspectos de la vida. Las personas que continuamente enfocan su atención en sí mismas y no se preocupan por lo que les ocurre a los demás, son de su padre el diablo, es que según Juan 8:44, es "homicida desde el principio". Sin embargo, como creyentes, "hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos" (1 Jn. 3:16).


Juan define el amor como un sentimiento que nos lleva a una actitud, la de hacer sacrificios por los demás, tal vez hasta el punto del martirio. ¿Cómo responde usted a las oportunidades que tiene de sacrificar su tiempo, su dinero y sus talentos? ¿Está contento de proveer de su dinero, tiempo, oración, y ayuda manual a una persona o un ministerio que tenga necesidades, o simplemente prestarle su oído para escuchar sus problemas?


¿Qué piensa del privilegio de disfrutar de la comunión de los demás hijos de Dios? ¿Desea estar en compañía de los hermanos, compartir sus problemas, discutir las cosas de Dios, estudiar la Palabra y orar con ellos? ¿Siente deseos de utilizar los recursos que Dios le ha dado en beneficio de alguien más en la familia cristiana? Esta es una evidencia del amor, como Juan lo explica en los versiculos 17 y 18: "Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de Él".


Noten el resultado de este enfoque tan práctico del amor: "Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de Él; pues si nuestro corazón nos reprocha algo, mayor que nuestro corazón es Dios, y Él conoce todas las cosas. Amados, si nuestro corazón no nos reprocha algo, tenemos confianza ante Dios" (vs. 19-21). La seguridad de que usted es un cristiano -que su fe es absolutamente real- vendrá por medio de su amor. La palabra griega que se traduce por "confianza" es (peithő), y significa pacificar, tranquilizar, suavizar o persuadir. Usted puede suavizarse o persuadirse a sí mismo de que es un verdadero cristiano, si en la presencia de Dios está, de manera honesta, consciente de tener amor en su vida.


Ahora bien, su amor no será perfecto, pero lo importante es que está presente. Deje que este hecho afiance su seguridad, pues Juan nos advirtió que nuestro corazón puede tratar de incriminarnos o despertar en nosotros la duda. La carne caída tiene la capacidad de jugarle tretas a su mente. Satanás, el acusador de los hermanos, quiere explotar esta tendencia. Aunque su corazón le reprenda con respecto a alguna cosa en particular, si tiene el amor de Dios en su vida, puede gozar de una completa seguridad. tal vez usted dude de su salvación, pero Dios nunca duda, porque Él es más grande que su corazón, y sabe todas las cosas.


Tal vez en estos momentos algún lector esté pasando por un período de dudas que afecten la convicción de su seguridad personal. Haga lo que dijo Juan, y vuelva al amor de su vida. Examínese para ver si ama a los demás hermanos. Analice sus obras de bondad y sacrificio. Si existe esta pauta de conducta en su vida, tranquilícese, pues no importa cuál sea la acusación que su conciencia le presente; usted puede estar seguro de su salvación. Una conciencia condenadora puede robarle su seguridad, porque solo se enfoca en el fracaso. Sin embargo, Dios es más grande que su conciencia, y ve la Fe que usted ha depositado en Cristo.


El apóstol Pedro, después de negar a Cristo tres veces, pasó momentos verdaderamente dramáticos, pues su corazón le acusaba constantemente. El Señor Jesús se acercó personalmente para confortarle y darle seguridad. Por tres veces le preguntó gentilmente acerca de su devoción por Él, hasta que Pedro, desesperado, le dijo: "Señor tú lo sabes todo; tú sabes que te amo" (Jn. 21:17).


Nosotros también podemos apelar al amor que Dios ve en nuestro corazón. Este amor no es perfecto, pero como ya he dicho, lo importante es que está presente, y se expresará a través de nuestras obras de bondad y sacrificio por los demás. El Señor Jesús le dijo a Pedro, que revelara su amor cuidando de la iglesia. Para el cristiano es natural hacer bien a todos, y mayormente a los de la familia de la Fe (Gá. 6:10). Su amor por los hermanos es una marca inequívoca de su Fe cristiana, y una sólida base para su seguridad. No permita que su corazón le condene, cuando Dios no lo hace.


John F. MacArthur, Salvos Sin Lugar a Dudas, Capítulo 5, pp 86-89.

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